Todos queremos ser tratados humanamente
Hans Küng
La educación ha formado en los seres humanos, profesionales con herramientas que les han permitido desarrollar y potenciar su aspecto académico e intelectual. No dudo que en la educación primaria y secundaria los hayan formado, principalmente, en sólidos valores humanos, pero ¿(in)suficientemente sólidos?
A menudo, se observa que muchos docentes se preocupan por capacitarse y especializarse en aspectos académicos o técnicos propios del avance de la tecnología aplicada a la educación, en el diseño de las aulas virtuales, en los diseños instruccionales, en la elaboración de materiales académicos y en otros tantos temas. Esto no está mal; al contrario, está muy bien, pero nos olvidamos de capacitarnos en lo afectivo y emocional, necesarios para crear un equilibrio entre nuestra parte académica y nuestra parte humana.
Cuando en los medios de comunicación vemos noticias de corrupción, de actos de violencia, de presidentes que solo se preocupan de su propio bienestar y de la de su familia, de empresarios que pagan coimas, etc., seguramente, muchos de nosotros nos preguntamos, ¿por qué se dan estas situaciones? ¿Tiene la educación algo que ver con esto? Si así es, ¿en qué ha fallado el sistema educativo? ¿Nos olvidamos de la formación de la parte humana y de los valores? Es aquí cuando nos cuestionamos el rol de la formación en el Perú y en el mundo entero. Sabemos que la mayoría de los líderes del mundo ha pasado por escuelas y universidades de gran prestigio, pero vemos que esto no es suficiente.
Los actuales estudiantes universitarios, en el mediano o largo plazo, ocuparán posiciones estratégicas en la gestión de instituciones públicas o privadas, en movimientos sociales, partidos políticos, empresas o, quien sabe, liderando un país. Sabemos que el futuro del planeta está en manos de la educación. Parafraseando a Stewar Miller, podemos decir que los hombres y mujeres son hombres y mujeres antes que médicos, ingenieros, arquitectos o profesionales de cualquier otra área de especialización. La educación deberá hacer de ellos hombres y mujeres honestos, sensatos y capaces. Y con el tiempo, se transformarán en médicos, ingenieros y arquitectos, pero honestos, sensatos y capaces.
Un día (antes de la pandemia generada por Covid 19), caminaba por los pasillos de la universidad y escuché cómo un profesor (con tono amenazante) se dirigía a sus alumnos para recordarles que debían entregar el trabajo final del curso el viernes de esa semana. “El trabajo es para el viernes y deben entregarlo contra viento y marea. Sea como sea. El que no lo presente el día acordado, lamentablemente, jalará el curso y, ojo, que el trabajo no se recupera. Es decir, no hay otra fecha para entregarlo.”
¿No hay otra manera de decirlo? ¿No es esta una forma de agresión? ¿De agresión emocional? Más adelante, ¿no creen ustedes que estos estudiantes usarán la misma forma de agredir emocionalmente a los de su entorno? Por otro lado, ¿Qué buscamos con esto? ¿Queremos darle mayor importancia a la entrega del trabajo que al trabajo en sí?
Finalmente, las fechas de las evaluaciones, así como las de la entrega de los trabajos, deben estar declaradas, desde el primer día de clases, en el diseño instruccional del curso. Lo que deberíamos hacer es recordarles que revisen con frecuencia el diseño instruccional.
No podemos pensar en educar por medio de prácticas que agreden y generen situaciones de maltrato al estudiante. La conocida práctica “La letra con sangre entra” ha sido erradicada, pero la agresión emocional, ¿también? No solo se maltrata física sino emocionalmente. Por ejemplo, cuando amenazamos con una nota: “te voy a poner cero”, cuando le cerramos la puerta al estudiante por no llegar temprano, cuando ya terminó el tiempo destinado para la clase pero no dejo salir a ningún alumno porque no hemos terminado de desarrollar el tema, cuando no escuchamos justificaciones, o peor aún, sí las escuchamos pero no queremos entenderlas, cuando no se comprende que el ritmo de aprendizaje para cada estudiante es único, cuando manipulamos, cuando somos indiferentes o cuando nos reímos ante una respuesta equivocada del alumno. Todo esto, baja la autoestima del estudiante y reduce su seguridad y confianza personal. ¿Creen ustedes que un estudiante podrá desarrollarse con este tipo de maltratos?
Si el docente no se humaniza e incorpora los sentimientos en su práctica diaria, por más conocimientos de matemáticas, de ciencias, de idiomas o ciencias sociales que posea no impactará en sus estudiantes de manera favorable. Formará, simplemente, especialistas en determinadas materias.
Debemos volver a lo esencial. No olvidemos que, ante todo, somos seres humanos. Pareciera que hemos dejado de lado lo esencial y le estamos dando más importancia a la herramienta. Como recitaba César Vallejo en uno de sus poemas; “confianza en el ojo y no en el anteojo”. Debemos desterrar de nuestros procesos de educación todo aquello que denigre al estudiante. “La educación es sin duda el más humano y humanizador de todos los empeños” (Savater).
Sin embargo, hay historias que merecen contarse. El profesor Merino, gran amigo mío, me comentó en una oportunidad que a finales de la década de los 90, caminando por la universidad, vio un jovencito vestido con su uniforme escolar que había ido a la universidad acompañado de su papá para averiguar por los costos de la preparación preuniversitaria. El escolar (a quien llamaremos Paco), quería estudiar Física y como el profesor Merino conocía los costos le explicó al escolar y a su papá el monto a pagar. Cuando terminó, el papá de Paco le comentó que no le alcanzaba para pagar esos montos. Ante esto, el profesor Merino le dijo, entonces, que podía pagar por partes y que incluso podía seguir pagando luego que su hijo hubiese ingresado a la universidad. A pesar de esto, el padre de familia manifestó que tampoco podría pagarlo. En ese momento intervino Paco para decir que él era primer puesto de su colegio y que, por esa razón, la universidad a la cual postulaba le daría beca completa y que solo le faltaba cubrir los gastos de la preparación. Ante esto, mi amigo, el profesor Merino, le dijo que él podía regalarle unas separatas para que se prepare por su cuenta y pueda, así, postular a la universidad. El escolar aceptó de mucho agrado el obsequio y se retiró.
Luego de, aproximadamente, 14 años, el profesor Merino recibe la visita de Paco en su oficina. Paco ya no era un jovencito vestido con su uniforme escolar. Paco era un hombre hecho y derecho. Paco le contó al profesor Merino que había estudiado con las separatas que le regaló y que con eso ingresó a la universidad. Estaba de visita en Lima y no quería dejar de saludarlo y agradecerle. Paco, en ese entonces, era un eminente Físico que trabajaba en Francia en el acelerador de partículas más grande y de mayor energía del mundo.
Debemos vivir la afectividad en relación con nuestros alumnos. Pienso que aún no hemos comprendido el beneficio que esto representa para ellos y para nosotros mismos. Los docentes debemos consolidarnos como actores esenciales en la sociedad y como tales nuestra formación debe fundamentarse en el amor por el otro. Debemos entender a cada uno de nuestros estudiantes como un ser humano único e irrepetible. La afectividad no tiene por qué asustar y no debemos tener miedo de expresarla. Es un apoyo a las relaciones honestas y transparentes. Según Goleman y Gardner, lo emocional y afectivo contribuyen con la humanización del docente.
Todos nosotros recordamos a unos profesores más que a otros. Profesores que con su estilo marcaron nuestras vidas. ¿Qué hicieron? ¿Cómo lo hicieron? Sabemos que ellos, entre varios otros aspectos, integraron adecuadamente, en las proporciones debidas, lo humano y lo académico. ¿Qué tanto de humano? ¿Cuánto de académico?
Pero ¿cómo podemos ser docentes humanos? ¿qué es ser humano? Ser comprensivo, sensible a los infortunios ajenos, poseer sentimientos. Es importante que el docente, el docente humano, no juzgue sino comprenda. Que antes de castigar, desarrolle concertación. Que antes de amenazar, genere interlocución. Entre los aspectos humanos, debemos incorporar la ética, el equilibrio, la inteligencia emocional, la escucha inteligente (no escuchar desde arriba), disposición para el diálogo, poseer habilidades de comunicación, de colaboración y pensamiento crítico. Debemos ser sensibles, solidarios, respetuosos, comprometidos con el estudiante y su aprendizaje, y un largo etcétera.
No es necesaria una clase específica y dedicada a la alfabetización emocional. Lo que debemos mirar es cómo enseñamos los temas y saber cómo prepararnos para esta clase de enseñanza.
Educar, dejó hace rato de funcionar en forma simplista: preparo la clase, la dicto y la califico. Ahora, el compromiso es complejo: me preparo, reflexiono, interactúo, aprendo junto con mis alumnos, intercambio ideas, socializo, valoro sus trabajos, sus esfuerzos y lo que me dicen, los respeto (y me respetan), me comprometo con ellos, etc. Debemos educar con el corazón.
REFERENCIAS
García-Umaña, A. y Córdoba, E. (2020). La era digital y la deshumanización a efectos de las TIC. REIDOCREA | ISSN: 2254-5883 | VOLUMEN 9. ARTÍCULO 2. PÁGINAS 11-20
https://pedagogiadelahumanizacion0.webnode.com.co/conferencia/pedagogia-de-la-humanizacion/
http://www.revistacoepesgto.mx/revistacoepes/la-persona-del-docente