Empiezan las eliminatorias; el fútbol se vuelve tendencia; y todos, de una u otra manera, nos vemos en medio de la vorágine que suponen los días previos a un partido de eliminatoria.
Por: Jorge Rojas
La pauta publicitaria se impregna de manifiestos melodramáticos que buscan renovar la fe en la selección para hacernos creer que sí se puede. Y aquí un dato curioso dentro de un estudio realizado por la agencia Toque Fino, sobre una muestra de 50 ejecutivos: el 92% mostró interés en ser patrocinador o auspiciador de la selección peruana, aunque el 100% de esta misma no creyese que clasifiquemos.
Dejando de lado los apasionamientos, el marketing deportivo es una práctica que viene madurando de manera sostenida en nuestro medio. Grandes marcas patrocinan a la selección y disfrutan de los réditos de esta inversión. Coca Cola y Cristal se posicionan como patrocinadores históricos de la bicolor, con lo que logran un alto compromiso con los hinchas. Umbro, quien viste a la selección, durante la última Copa América duplicó sus ventas de camisetas blanquirrojas.
Y todo esto sucede a pesar de no haber clasificado a un mundial desde hace 33 años, y de no haber alzado una copa América hace 40 años. Cinismos aparte, esta es una muestra de que la ilusión del colectivo siempre será la inversión más redituable para cualquier marca. Y como digo en el título de este post, ¿qué pasaría si, para variar, clasificáramos?