La memoria como un ejercicio de añoranza y de evocación, pero también como la evidencia de la decisión de no olvidar. Explico cómo la memoria es parte fundamental del quehacer periodístico y una necesidad para los narradores de nuestro presente.
Por: Gloria Tovar ([email protected])
Hace unos días tomaba un café con mi madre. La conversación, inicialmente cotidiana, me sorprendió inesperadamente al tropezar con una idea que me inquieta en los últimos meses. Cabe decir que mi madre de muy niña vivió un episodio de la Historia de su país que definitivamente ha cincelado su vida y también las de sus hijos, a quienes ha transmitido su percepción a través de relatos e historias familiares: la guerra civil de España.
Aquella tarde ella me comentó que estaba leyendo una novela de corte histórico situada en un periodo de la Guerra Civil (Quemad Barcelona, de Guillem Martí). “Leer sobre aquello me genera angustia”, me confesó. “Tu hermana me dice que lo deje si me perturba tanto, pero, sabes, yo sé que me duele, pero siento la necesidad de hacerlo”.
Su comentario resonó en mi mente de modo inmediato. “Es como una adicción” agregó; yo la miré y le pregunté qué buscaba allí, al volver a través de estos relatos y voces a ese pasado. “Los recuerdos que tengo”, me dijo, “son percepciones que construí de niña; muchas de las cosas que vi y escuché las interpretaba sin saber casi nada. Ahora, al pasar el tiempo, y conociendo más, le puedo dar sentido a aquello”.
Quedé fascinada; yo había estado elaborando un texto acerca de la memoria, el olvido, el reconocimiento y el relato periodístico y de pronto mi madre me había abierto el camino: la necesidad de construir una memoria es una forma de lidiar con el presente, de reconectarlo con nuestras impresiones y darle sentidos.
Y en ese juego se sincronías, un día después abrí un libro recientemente adquirido, el último del pensador búlgaro-francés Tzvetan Todorov titulado Insumisos. En la página 11, en el aviso al lector, leo: “No podemos aplicar automáticamente una lección del pasado a las luchas presentes, pero la confrontación con el pasado fortalece la reflexión sobre el presente”.
¿Qué papel juega la memoria en nuestra forma de ver el presente? Lo que me quedó claro es que el relato del presente no puede concebirse sin esa memoria.
Pero el juego de coincidencias me llevó aún más allá y tropecé, a través del laberinto logarítmico de Facebook y de sus alusiones a nuestros recuerdos, con un texto que compartí hace un año: Los abusos de la memoria, también de Todorov, quien presenta el ensayo con una cita del historiador Jacques Le Goff: “La memoria intenta preservar el pasado sólo para que le sea útil al presente y a los tiempos venideros. Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento”.
Como narradores del presente, ¿qué compete a los periodistas? Lo que se revela es que nuestra interpretación recoge e incorpora los rastros del pasado. Esa tarea implica el rescate no solo de nuestra memoria como individuos, sino las memorias de otros, de diversas voces y registros plasmados de modos a veces inesperados. No podemos ser narradores sin memoria. Nada más frustrante que una memoria secuestrada por el discurso del poder, cercenada por el olvido forzado.
El periodista, como narrador permanente, se mira en los ojos de esa necesidad de saber de la que me habló mi madre aquella tarde; con la certeza de que su relato del presente será, además, memoria futura.
(Imagen tomada de https://www.casadellibro.com/libro-quemad-barcelona/9788423349111/2490618)