En marzo del 2020, cuando en el Perú se confirmó el primer caso de COVID-19 y el Gobierno estableció un régimen de cuarentena en todo el país, la Escuela de Postgrado de la UPC estaba ya preparada para dictar las clases de todos nuestros programas bajo la modalidad a distancia. La decisión del Gobierno no hizo más que acelerar el proceso de transición y nos llevó, tanto a docentes como a estudiantes, a aprender nuevas formas de trabajar y estudiar desde nuestras casas. Cabe mencionar que en la UPC utilizábamos el sistema de gestión de aprendizajeBlackboard para el aula virtual y así pudimos sacarle provecho a sus funciones, como la herramienta de videoconferencias Collaborate Ultra.
Han pasado dos años desde entonces y poco a poco reanudamos nuestras actividades presenciales, conforme a las disposiciones establecidas para retomar las clases en los campus. Se presenta ahora, además, la posibilidad de ofrecer una alternativa de enseñanza en la que, en una misma sesión, asistan estudiantes en modalidad presencial y otros a distancia. De esta manera, brindamos a nuestros estudiantes gran flexibilidad, sin perder la alta calidad que nos caracteriza. Sabemos que muchos de ellos han descubierto ventajas en el aprendizaje remoto, pero igualmente valoran la posibilidad de interactuar cara a cara con sus compañeros y docentes. Por ello, en la Escuela de Postgrado de la UPC se han implementado aulas con la tecnología adecuada para proporcionar una experiencia de aprendizaje en el formato híbrido. En esa línea, desde el mes de mayo de este año, se han dictado clases con esta modalidad en los programas de maestrías presenciales.
Para que la experiencia híbrida se pudiera llevar a cabo, los docentes nos certificamos en el uso del hardware requerido y en sus técnicas de enseñanza. Es así como, luego de cumplir con ciertas actividades, tales como la asistencia a sesiones síncronas de capacitación, la revisión de materiales bajo el formato asíncrono, el entrenamiento en el uso de equipos, el diseño de una sesión híbrida, y de presentar una clase modelo ante un jurado mixto (presencial y remoto), nos certificamos y quedamos expeditos para impartir clases a nuestros estudiantes.
Desde que iniciamos el retorno gradual a las clases presenciales, he dictado algunas sesiones en formato híbrido y debo reconocer que las primeras experiencias fueron retadoras, ya que debíamos llevar a la práctica lo aprendido en la capacitación previa. Se presentaron algunos inconvenientes técnicos, pero se superaron sin problemas. A medida que transcurrían las sesiones, la experiencia se tornó cada vez más satisfactoria, dado que tenía más interacción con mis estudiantes y podía brindar una respuesta inmediata a las interrogantes que ellos me planteaban.
Quienes asisten presencialmente se relacionan más allá de los temas del curso, puesto que fortalecen su red de contactos, que es muy valorada en estudiantes de maestría. Debo destacar también que las herramientas tecnológicas disponibles permiten el trabajo colaborativo mediante la conformación de grupos, y que estos se pueden componer únicamente de estudiantes presenciales o de estudiantes a distancia, o combinando a ambos.
Como expresé líneas arriba, los estudiantes descubrieron algunas ventajas al llevar sus clases de manera remota, pero a la vez sienten que es necesaria la interacción con sus compañeros y docentes para fortalecer su red de contactos y aprovechar otros beneficios de las clases presenciales. La modalidad híbrida les otorga a los estudiantes la posibilidad de tener ambas opciones y, de este modo, culminar con éxito su maestría, consolidar su aprendizaje y desarrollarse profesionalmente.
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