A propósito de las iniciativas que defienden la dignidad de las mujeres frente a los casos de acoso y abuso sexual, la profesora Natalia Tarnawiecki reflexiona sobre la importancia de generar un diálogo abierto y sincero sobre estos temas.
Por: Natalia Tarnawiecki ([email protected])
En un baño de mujeres de un concurrido centro comercial de Lima hay un anuncio pegado en la puerta: “Si eres mujer y visitas este lugar, puedes estar entre los cientos de víctimas de abuso sexual. No estás Sola. Si necesitas asistencia anda al módulo de ayuda ubicado en el Food Court”.
Visibilizar el problema, reforzar redes de ayuda, empoderar a las víctimas, hablar y denunciar parece ser la ruta para comenzar a resolver el problema del acoso y abuso sexual. Como sociedad recién estamos despertando y reaccionando a la gravedad y urgencia de este tema y cada vez son más los que se animan a señalar a los agresores. Este es el momento en el cual nos encontramos tanto en el Perú como en otros lugares del mundo, un momento en el que debemos decirles a las víctimas que no están solas y que nadie, ni el Estado ni las instituciones, deben mantenerse al margen ni tolerar más abusos.
Desde que en octubre de 2017 se difundieran en las redes sociales las palabras #MeToo o #YoTambién se dispararon las cifras de testimonios y denuncias de casos de abuso y acoso sexual en el mundo entero, sobre todo en el ámbito laboral. El tema se visibilizó aún más en los medios tras las denuncias públicas en contra de un reconocido productor de Hollywood. Directores de cine, doctores, jefes y colegas se sumaban a padres, tíos y enamorados: todos jugando el mismo rol de abusador. Abuso de poder y de relaciones de confianza.
En Perú, movimientos como Ni Una Menos ya han marcado un camino hacia una cultura de la prevención y la denuncia, a reclamar la dignidad y el respeto, a intentar detener el monstruo. En agosto del año pasado, la segunda marcha de este colectivo llevó como título: Las cosas no han cambiado. Pues ya es hora de que cambien. Tenemos una oportunidad de lograrlo.
Por un lado, la sociedad civil y la prensa continúan resaltando el tema. En España, un colectivo llamado Caja de Pandora lucha por la igualdad de condiciones y de respeto y contra los abusos en el ámbito laboral. Este enero han salido a manifestarse para que las cosas no permanezcan iguales. En su más reciente columna publicada en el diario británico The Guardian, Mariella Frostrup cuestiona: ¿cómo nos defendemos de los abusos? ¿Cómo denunciamos? ¿Cuáles son los límites de lo apropiado y de lo que no lo es?
Mientras tanto, los titulares continúan: en Perú una niña es violada y otra da a luz a los 9 años producto de un abuso; en Estados Unidos un doctor es sentenciado a más de 100 años por abusar sistemáticamente de gimnastas y unos padres encerraban y maltrataban a sus hijos. Duele leer sobre estas historias, pero hay que hacerlo. El Estado, las instituciones y la sociedad tienen que hacer más para prevenir y proteger a las víctimas.
En la prevención y en la educación tenemos grandes aliados para lograr un cambio. Exponer conductas inapropiadas, penas más severas contra agresores, hablar más abiertamente de lo correcto e incorrecto, de lo que no debemos tolerar. Hablemos más de sexo, de educación sexual, de educación de género, del respeto que todo ser humano merece. Hablemos de derechos y deberes fundamentales. Nadie está solo si la sociedad lo defiende y respalda. Tocan a una, tocan a todos.
(Imagen tomada de http://www.psicotorres.es/blog/stop-a-la-violencia-de-genero/)
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