Adam Smith, hace un par de siglos, en su famosa frase sobre la “mano invisible”, describía un orden espontáneo en el libre mercado que lleva a las acciones y pasiones individuales a contribuir a un fin que supera al interés personal: el bienestar de otros, de la sociedad.
¿Por qué entonces un sistema de libre mercado, basado en la empresa como el más poderoso medio de cooperación social, que indiscutiblemente ha sido la mayor fuente de prosperidad humana (hay menos gente viviendo en pobreza extrema que hace cien años, pese a que la población mundial se ha triplicado) es tan cuestionado? ¿Por qué se ha perdido la confianza en el compromiso voluntario de las empresas con el desarrollo de la sociedad y la preservación del medio ambiente, en el comportamiento responsable de sus líderes hacia las personas y grupos sociales con quienes interactúan?
La economista británica Henderson responde: “Para que el capitalismo funcione, debe ser libre y justo. Tiene que haber competencia de verdad y no pueden existir grandes sectores de la población que no tengan las mismas oportunidades para participar en el sistema”.
John Mackey, fundador de Whole Foods, complementa la respuesta: “Los negocios son buenos porque crean valor, son éticos porque se basan en un intercambio voluntario, son nobles porque pueden elevar nuestra existencia y son heroicos porque pueden sacar a las personas de la pobreza y crear prosperidad”. El valor resulta ser un concepto más amplio que el sentido estricto y económico de las utilidades.
El profesor Sisodia, a quien tendremos en noviembre en Lima, funda con Mackey el Capitalismo Consciente como una filosofía, una manera de pensar sobre los negocios que responda a dichas preguntas: “Significa reconocer fines más amplios que la rentabilidad para los accionistas, de forma que los gerentes mejoren cada día en su tarea, que sus colaboradores, dentro y fuera de la empresa, mejoren también como personas y como miembros de la organización, y que la sociedad se beneficie plenamente de lo que la empresa hace”.
Las empresas capitalistas conscientes intentan ser mejores empresas, por encima de los resultados económicos esperados, y eso está directamente relacionado con la calidad moral de sus directivos y con la determinación de realizar inversiones capaces de crear un valor social y mejorar las condiciones del entorno en el que compiten.
Finalmente, ¿se puede determinar la relación entre el comportamiento empresarial responsable y las ventajas competitivas? ¿Las empresas responsables mejoran su desempeño financiero y mitigan los riesgos? ¿La reputación de las marcas responsables es preferida por consumidores con sentido ético? Son algunas preguntas que pronto le haremos al profesor Sisodia para poder sumar a más líderes empresariales con los mismos valores y la misma filosofía en nuestro país.
*Artículo publicado en el Diario Gestión en la sección Opinión, 29 de octubre de 2019.
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