Por: Jorge Rojas
La confianza es el pilar de una relación saludable. Esto se aplica también a las marcas, y lo de Volkswagen durante las últimas semanas es una crisis de confianza de proporciones épicas. Y como si no fuera suficiente una caída multimillonaria en el mercado de capitales, además del daño irreparable en la confianza de sus consumidores, la onda expansiva de este terremoto corporativo alcanza a todo un país.
Durante las últimas décadas, Alemania se ha construido una reputación basada en la calidad de su manufactura, en la fiabilidad de sus productos y en su ingeniería de avanzada, teniendo a un puñado de marcas emblemáticas como abanderadas de este posicionamiento. Una de las más importantes, Volkswagen, es precisamente la que ha sucumbido al peso de su reputación y pone en cuestionamiento todo aquello que la marca “Hecho en Alemania” significaba para el mundo.
Desatada la tormenta, es bueno tratar de entender qué serie de acontecimientos pudieron haber llevado a esta situación: expectativas ajenas a la realidad, una despersonalización completa del consumidor, o simple y llana codicia. Sea cual fuera el caso, todo esto nos lleva a quienes toman las decisiones y cómo jamás debemos dejar de lado la ética, aunque eso implique desafiar órdenes superiores. Siempre que nos mantengamos en el lado correcto, el tiempo y la historia, terminará dándonos la razón.
El impacto del escándalo Volkswagen para la marca ‘Hecho en Alemania’
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