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Preparándose para el invierno

22 mayo, 2020 by Pascual Chiarella Deja un comentario

Ya se inició el cambio de temperatura ambiental. El otoño está próximo a concluir y debemos prepararnos para la etapa invernal. Comencemos por alistar nuestra ropa de invierno y aprovechar los últimos rayos de sol para ventilarla y lavarla si es posible. La llegada de esta época del año puede venir acompañada de algunas enfermedades usuales. Mientras nos mantengamos en cuarentena, es posible que empiecen algunas infecciones respiratorias leves y, posiblemente, algunas de ellas se confundan con los síntomas del COVID-19.

Recordemos que todos los años aparecen infecciones virales, causadas por una serie de virus, entre ellos, el rinovirus, principal causa del resfrío común, el virus respiratorio sincitial, causante de molestias en los niños pequeños, la influenza en todas sus formas, para lo cual existe la vacuna recomendada incluso por el Estado, que contribuye a disminuir la presentación de esta enfermedad y sus complicaciones.

Siempre se ha atribuido al clima frío ser la causa más importante de estos cuadros; no obstante, como han explicado diferentes especialistas, estas enfermedades se presentan  producto del contagio entre personas. Es el caso de esta pandemia. Es de esperarse que el aislamiento social y las nuevas medidas aprendidas de higiene, como el lavado de manos frecuente y el distanciamiento, contribuyan a que estas enfermedades no se presenten en igual magnitud. Procuremos que los niños, que próximamente serán autorizados a salir (por indicaciones del gobierno), no se contagien, pues así evitaremos que ellos puedan llevar infecciones a la casa y puedan infectar a las personas mayores.

Manejemos el cambio de temperatura ambiental de manera apropiada, evitemos el sobreabrigo durante el día o el desabrigo  durante la noche. Por otro lado, siempre es posible que, en la noche, mientras uno duerme puedan generarse contracturas musculares, que generan malestar y dolor innecesario en espalda, cuello u otras zonas.

Ahora,  que somos expertos en curvas epidemiológicas a las que hay que golpear con martillos, debemos trabajar en controlar de la mejor manera el ambiente y lograr evitar las infecciones respiratorias que son frecuentes en esta época. Debemos evitar las infecciones pulmonares como neumonías o bronquitis para poder estar más tranquilos en épocas de pandemia por el coronavirus.

*Artículo publicado en el Diario Publimetro en la sección Actualidad, 15 de mayo de 2020.

¡Qué tal cuento!

18 mayo, 2020 by Carlos Adrianzén Deja un comentario

Había una vez un país ubicado en una zona extraña del planeta llamada Latinoamérica, donde la gente amaba el atraso y a los dictadores (usualmente vocablos que se acompañan tanto como el atraso y la democracia no republicana). Si avanzáramos un poco más en este asunto descubriríamos que –por aquellos terruños– la adhesión al atraso, paradójicamente, se estructuraba sobre la creencia de ser ricos. Repetían que tenían abundantes recursos que podían rentabilizar (minerales, pescados, frutales, yacimientos históricos y turísticos, etc.). Pero no se daban cuenta de que, día a día, sus gobernantes hacían todo lo posible por hundir a las industrias asociadas a estas actividades. Sus regulaciones y las leyes resultaban frecuentemente absurdas. Eran prolífica y consistentemente dirigidas a inflar la burocracia, facilitar su corrupción y favorecer a sus mercaderes cercanos.

Desde la escuela primaria hasta las universidades, y pasando por los medios de comunicación, se les había dicho que, dado que eran ricos, lo deplorable de las infraestructuras en las que vivían, de las escuelas donde estudiaban, de los hospitales donde se atendían, de los juzgados donde litigaban y hasta de las comisarías y los cuarteles que los defendían, eran así solo por una buena razón. Había algunos de ellos que, por su habilidad o esfuerzo, florecían desigualmente. Estos empresarios eran igual o mucho más poderosos que los burócratas que elegían recurrentemente y sobre cuyos latrocinios o atropellos hacían la vista gorda. En buen español, las leyes se aplicaban discrecionalmente.

A sus habitantes –gente buenita– les habían hecho creer que su problema número uno no era la pobreza (dentro de la que sus mayorías vivían), sino la desigualdad. Y eran tan mal educados en esas deplorables escuelas que de verdad creían que su pobreza se explicaba por una desigual distribución de la riqueza. E incluso llegaban a pretender que el progreso que –década tras década– no llegaba, se lograba deprimiendo la libertad política y económica de la gente y … robando la propiedad ajena. Era lo justo, según una recua de brutales dictadores del área, de apellidos Castro, Perón o Velasco.

A pesar de todo, para ellos –los ricachones y los pobretones– la pobreza de cada día tenía una salida: el comunismo. Lo compraban en cada elección o dictadura en sus diferentes grados y matices: social-democracia, marxismo, comunismo, progresismo o mercantilismo-socialista. Y es que todos se construyen sobre la opresión a las libertades y el irrespeto a lo ajeno. Los hechos confirman que todas estas variantes amaban consistentemente el fracaso y, de consolidarse, lo aseguraban a los extremos niveles de Cuba o Venezuela. También en la desangrada Argentina de la Kirchner y en el resto de la Latinoamérica. Incluso en el Chile del Frente Amplio, la Nueva Mayoría y el opaco Piñera. Políticamente, y dejando encendidas retóricas afuera, sus gobiernos buscaron la opresión y el robo a quienes invierten, locales o foráneos. Y bueno pues, lo obtuvieron.

Recientemente –con la inesperada llegada de un virus proveniente de China (nación a la que nunca le pediremos indemnización alguna)– el totalitarismo en la región (esa ideología que implica erosionar libertades y respeto a lo ajeno) experimenta un impulso súbito e impensado. A nombre de protegernos de nosotros mismos –fuentes del contagio– y de cuidar nuestra salud, los burócratas proscriben selectiva y entusiastamente consumos, inversiones y producción. Todo discrecionalmente, aunque con influencia efectiva solo en los ámbitos donde las leyes rigen (el llamado sector formal).

En medio de esta terrorífica batahola los gobernantes de turno se inyectan la poderosa vacuna contra la persecución por corrupción burocrática. Cómo hubieran querido, todos esos presidentes y ministros, hoy presos o prófugos a lo largo de la región, que bajo sus mandatos se hubiera desarrollado la pandemia de marras. Nadie hablaría hoy de sus fechorías. Incluso, a nombre de proteger a la sociedad, gastarían y nos endeudarían sin tamices y discrecionalmente. De hecho, gracias al virus de marras se volvieron tan poderosos que podrían destruir sectores enteros, cerrándolos en cuarentenas medievales. También encerrar en sus casas a los que ellos definirían como gordos o flacos, o viejos, en gestación o heterosexuales, o religiosos o pelirrojos. Las distopías totalitarias descritas no hace mucho por Huxley u Orwell serían hoy una suerte de chancay de a medio. Todo esto con el beneplácito de medios de comunicación insolventes, fundaciones globales y agonizantes partidos de izquierda; deseosos de perpetuarse en el poder y –como grafican los casos de Villarán o Lula da Silva– acceder a millonarias coimas.

Respecto a la sociedad un día después de que se deje de hablar a cada instante del virus chino, no contaré mariposas. Me quedo con la visión de Houellebecq, quien sostiene que el mundo será el mismo… un poco peor. Aunque mis razones son algo más inerciales. Lo que se está cocinando es el desenlace previsible para un país como el nuestro. Uno que resulta parecido al de este no-cuento. Aquí los candidatos (mayormente aventureros o genocidas) resultan elegidos –justamente– porque optan por lo fácil. Por regímenes totalitarios, tan socialistas y mercantilistas como les resulta posible: proveedores por tanto de fracaso seguro y popular.

¿O acaso usted no está de acuerdo que –por la quimera de una contención social que el Gobierno ni se esfuerza presupuestalmente a aplicar- se avasalle la libertad económica de millones de peruanos independientes, asalariados e informales? ¿No se ha dado cuenta de que una cuarentena drástica es una fábrica de contagios? ¿Que no se redirigen presupuestos hoy ociosos –a lo largo de todo el sector público– hacia la Salud, Contención y Contraloría? ¿Que ya no hay lucha anticorrupción burocrática? ¿De la escala mínima con la que se ayuda a la gente en desgracia? ¿Qué se está prohibiendo producir, consumir, invertir y hasta ser empleado? ¿Que las próximas elecciones con voto virtual van a resultar extremadamente predecibles?

Sí, es muy cómodo creer que quien avasalla nuestras libertades nos está protegiendo. Russell nos recordaba que resulta, en cambio, tremendamente extenuante reflexionar en general y mucho más particularmente en casos concretos. En la semana pasada, en una de esas redes donde se escribe poquito (en aras a evitar mayores complicaciones) leía a una señorita sentenciar a quienes esbozaban alguna crítica. Poco reflexivamente repetía: quien es feliz no critica. Pero ya sabemos que en el Mundo Feliz de Huxley nadie criticaba al Gobierno.

*Artículo publicado en el Portal El Montonero en la sección Columnas, 11 de mayo de 2020.

El verdadero imperativo moral

18 mayo, 2020 by Carlos Adrianzén Deja un comentario

Hace dos semanas recordábamos, en esta columna, que la salida de esta crisis pasaba por achatar simultáneamente la curva estadística del avance local de la tasa de infección del virus de la China y de la campana de la recesión que la Contención de actividades generaba. Entonces resultaba crítico aplicar una profunda reasignación de gasto estatal desde presupuestos de los gobiernos central, regionales, municipales y empresas públicas hacia (a) la salud pública; (b) los subsidios directos a las familias, planillas y las actividades proscritas por la cuarentena; (c) los pliegos de interior y defensa asociados a la contención social; y (d) a las labores de la Contraloría General de la República. Sin hacer esto, el enemigo invisible nos pasará por encima.

Pero tengámoslo claro. La llamada contención social no es un ejercicio retórico. No bastaba con simpáticas apariciones televisivas, requería liderazgo impopular. En concreto, enfrentar a poderosos señoritos y señoritas burócratas y redirigir un enorme volumen de recursos fiscales, afortunadamente disponibles (es previsible que no se podrán usar al menos unos US$ 15,000 millones este año). Todo esto, sin elevar un solo impuesto ni quebrar lo que quedaba de la regla fiscal (colocando deuda pública carísima); ni –en dupla con el penoso Congreso de AP, Fuerza Popular, Frente Amplio, Frepap y APP– estafar a los trabajadores quebrando sus regímenes de seguro de desempleo o de ahorro previsional. Lamentablemente, en estas últimas seis semanas, la ideología y miopía prevalecieron. El Gobierno (Ejecutivo y Legislativo) fue incapaz, por las razones que deberá explicar a la historia… y a los jueces y fiscales, de redirigir el gasto en la escala requerida hacia donde se le requería con urgencia perentoria.

Hoy los peruanos observamos tiesos el fracaso meridiano de los dos achatamientos aludidos. Vemos cómo diariamente las cifras oficiales sobre las infecciones registradas saltan, mientras los servidores públicos encargados del combate al virus proveniente de la China se enfrentan la muerte en condiciones deplorables. La contención fracasa sugestivamente en todas las carreteras del país y –en ciernes– la evidencia de recesión económica les toca la puerta a millones de connacionales, familias y empresas. La cosa resulta hoy tan pero tan incierta que lo que está en juego –si no se aplica hoy una drástica reasignación de los presupuestos públicos a todo nivel– involucra dilucidar cuando rodaremos hacia cuadros de desorden y desborde social masivo.

A la fecha, las señales que nos da el desenvolvimiento de la actual administración no resultan halagadoras. De hecho, el vizcarrato luce cegado al operar: (1) sin plena libertad de prensa (medios de comunicación estructuralmente dependiente de una pauta fiscal); (2) con una con burocracia ideologizada y extremadamente dúctil (tal como el Ejecutivo, el Legislativo y el aparato judicial de estos tiempos); y lamentablemente, (3) en un entorno social donde –por severas deficiencias educativas– se da una opinión pública obsecuente y pasiva. Una mayoría que –según las encuestas del régimen– hasta la semana pasada todavía mantenía la esperanza de que este Martincito moqueguano los proteja del coronavirus o –más puerilmente– les dé alguito.

Urge reaccionar. Requerimos de un liderazgo capaz de aplicar una efectiva contención social y una reactivación económica inteligente. Un líder que dé la talla debe priorizar el gasto o despachar a los funcionarios que no se alineen a las amargas prioridades de la nación. Nada de gasoductos, ni refinerías y proyectos burocráticos soñados. A sus intereses digámosle que deberán esperar por mejores tiempos. La tarea implica desmontar todos los candados de los botines burocráticos. No puede pasar un día más donde le falten recursos a la salud pública, a los subsidios a la población y planillas; a la contención e identificación de zonas rojas, y –por supuesto– a la Contraloría.

Los funcionamientos empresariales bajo estrictas normas de defensa de la salud pública resultan la clave para una reactivación inteligente. No se requieren controles de precios, ni castigos a los ricos, ni ayudas mercantilistas. La reactivación debe iniciarse por los sectores más competitivos y capaces de asegurar el respeto por la salud de todos. El resto deberá ser subsidiado temporalmente y su liberación vendrá después. Aquí la racionalidad y no la megalomanía sanitaria deben prevalecer. Es sugestivo -y torpe- exigir médicos especializados y enfermeras a pequeñas empresas.

Pero nótese: la demagogia –tan popular entre gente desesperada– es venenosa. El avasallamiento de los recursos previsionales, los impuestos a las planillas de trabajadores calificados o el endeudamiento gubernamental a intereses implícitos elevados, resultan prácticas contraproducentes. Por más populares que luzcan a los ojos de las encuestas del régimen, implican al final más recesión.

Estimados lectores, el imperativo moral de estos días no implica mantener férreamente una cuarentena medieval, con presupuestos mediocres para salud, interior, defensa, subsidios y contraloría. El verdadero imperativo moral implica una efectiva reasignación de los presupuestos existentes para enfrentar drásticamente el coronavirus, ayudar a los que se les ha proscrito trabajar, y combatir la rampante corrupción burocrática de estos tiempos. Primero acabar con la Pandemia, luego se atenderán otras prioridades.

De no reaccionar inteligentemente hoy, el escenario para las semanas venideras, a modo de la crónica de miles de muertes anunciadas, lo veremos pronto en los hospitales, cuarteles, escuelas, ministerios y lo que es peor… en las calles.

*Artículo publicado en el Portal El Montonero en la sección Columnas, 4 de mayo de 2020.

Liderazgo responsable en tiempos de crisis

30 abril, 2020 by Jack Zilberman Deja un comentario

David Kessler ha publicado diversos libros sobre grief, cuya traducción sería duelo, aflicción o dolor. Este tiene varios niveles. Desde la incertidumbre por un mundo que ha cambiado, pasando por la ansiedad, la negación y luego la aceptación de la pandemia hasta el control adquirido por el lavado de manos, por mantener la distancia, por el trabajo remoto, por comprar lo necesario, por quedarse en casa. El sexto nivel, sin embargo, nos impulsa a maneras diferentes y más empáticas de responder.

El Gobierno ha liderado esta etapa aplicando un plan económico muy audaz, sin precedentes, poniendo como prioridad la salud de todos los peruanos, según palabras de la ministra de Economía, María Antonieta Alva. La solidez macroeconómica, luego de tres décadas de disciplina fiscal y de aprovechamiento de la globalización, permitirá aplicar medidas de estímulo y apoyo social por más de 25,000 millones de dólares equivalentes al 12% de nuestro PBI. El costo del necesario y oportuno estado de emergencia, según el IPE, significa la paralización del 50% del PBI.

Las libertades individuales de todos los peruanos han colocado por delante al bienestar de la comunidad, se ha recuperado no solamente el respeto y solidaridad con el prójimo, sino también un nuevo sentido de autoridad con el Gobierno, Policía y Fuerzas Armadas. Nos duele tener más de 30,000 infectados, 33,000 detenidos y, en especial, cada uno de los fallecidos. Nos preocupa mucho la supervivencia de las empresas y la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo.

Hoy estamos, como sostiene Harari, frente a una crisis global en la cual las decisiones que las personas, empresas y Gobierno tomen en las próximas semanas probablemente darán forma a nuestra realidad económica, social y política de los próximos años. Este momento representa una gran oportunidad de cambio para las empresas, consumidores y sociedad.

La crisis va a pasar y los líderes responsables tendrán una verdadera ventaja competitiva para sus empresas e instituciones, una vez que la economía se reactive. La sociedad necesita que las empresas e instituciones sean impulsores de soluciones y los consumidores confiarán en aquellas que tengan un propósito elevado con valores sociales y éticos. Los empleados necesitan un trabajo digno que los desarrolle profesionalmente y los proveedores de apoyo para poder sobrevivir a la crisis.

Tenemos ya consensos sobre la relevancia de la salud y la educación, sobre la necesaria reducción de la informalidad y el incremento de la competitividad, así como sobre la priorización de las inversiones en proyectos de infraestructura y saneamiento. Recordemos que toda crisis tiene una fecha de vencimiento, una solución y un aprendizaje.

*Artículo publicado en el Diario Gestión en la sección Opinión, 6 de abril de 2020.

Impactos positivos de la cuarentena en el medio ambiente y planeta

28 abril, 2020 by Mercedez Gómez Deja un comentario

Estos tiempos, en los que el mundo atraviesa una pandemia por el coronavirus, han permitido que la naturaleza empiece a respirar de a pocos. El mundo ha sido testigo de cómo el planeta ha dado espacio a muchas especies que se veían invadidas y hoy pueden volver a sus lugares de origen.

En distintas partes del mundo, se ha podido observar la aparición de fauna silvestre en los que antes era imposible encontrarlos: leones durmiendo en las carreteras de Sudáfrica, jabalíes en calles de Madrid, sajinos en calles de Colombia. En nuestro país se han observado distintas especies de aves en las playas de la Costa Verde e incluso la aparición de delfines.

Este impacto positivo en el medio ambiente es gracias a la ausencia del ser humano y a la reducción de la mayoría de los procesos productivos y extractivos que se dan a diario mundialmente. Sabemos que después de este periodo de crisis sanitaria mundial, el estilo de vida no será el mismo.

Los países, sus empresas y organizaciones deberán adaptar sus procesos y comportamientos a un mundo donde predomine el uso de recursos sostenibles, la generación de menor cantidad de impactos ambientales y la disminución de la contaminación. Además, se deben realizar procesos de adaptación y mitigación como compromisos para mantener un menor consumismo, mayor conciencia social, y un mejor cuidado del agua, aire, suelos, flora y fauna; y recursos no renovables.

En el Perú están sucediendo eventos muy beneficiosos para el ecosistema. De acuerdo con cifras del Ministerio del Ambiente (MINAM), encontramos que ha disminuido, solo en energía eléctrica, la emisión de más de 400 mil toneladas de gases de efecto invernadero. Si nos referimos al transporte terrestre, se han evitado más de 460 mil toneladas de dióxido de carbono (CO2) y debido a la suspensión del transporte aéreo nacional e internacional se ha evitado la emisión de, por lo menos, 380 mil toneladas de CO2.  Asimismo, la calidad del aire en Lima ha mejorado notablemente, cifras por debajo de las 13 ug/m3 se mantienen.

A nivel mundial, entre los impactos ambientales positivos que nos deja esta pandemia encontramos la recuperación de ecosistemas, la reducción de gases de efecto invernadero, la disminución del tráfico ilegal de la fauna salvaje, así como el retorno de muchas especies a su hábitat natural, entre otros.

Cabe destacar que, debido el aislamiento social, las personas están aprendiendo a priorizar su salud y gestionar adecuadamente los recursos; reducir, reusar y minimizar. Estas lecciones nos deben llevar a pensar en un mundo diferente, donde entendemos que todas nuestras acciones hacia el medio ambiente tendrán consecuencias, no solo para estas generaciones, sino para las futuras.

Debemos ver la segunda oportunidad que nos da la naturaleza, para girar nuestras políticas, planes, proyectos y acciones en torno a una economía baja en carbono y a un crecimiento verde. Impulsar la conservación de nuestros bosques, de la flora y de la fauna; promover los proyectos de energías renovables y la implementación de transporte público con menos emisiones. Todo esto alineado a los planes de adaptación y mitigación frente al cambio climático.

Al Perú, le ha tocado afrontar una realidad que muchos no querían ver. Atrás quedaron, las iniciativas no escuchadas y no priorizadas, las cuales de ahora en adelante tendrán que ser las primeras en la lista. Desde hoy los profesionales del medio ambiente tendrán un rol más importante en este nuevo mundo.

¿Qué hacer en cuarentena?

27 abril, 2020 by Pascual Chiarella Deja un comentario

En estos días de cuarentena, es importante mantener nuestra rutina usual: despertar a la misma hora, desayunar bien (esto no significa comer de más), cuidar nuestro aseo personal, vestirnos lo más parecido a lo que usamos siempre, buscar tareas que nunca faltan en el hogar, ayudar a los niños y adultos mayores, conversar con la familia y calcular nuestro tiempo para concurrir a la hora del almuerzo con el resto de la familia.

La hora del almuerzo debe ser un espacio de tranquilidad, donde conversemos sobre cualquier cosa, incluyendo actividades pasadas o futuras que deseamos hacer. Esto nos ayudará a recordar las rutinas usuales y, además, ayudará a pensar en las cosas que deseamos hacer en el futuro.

Luego del almuerzo, es importante también cooperar con la limpieza de la casa, pues esta es sumamente útil para enseñar a nuestros hijos orden y relación familiar. Después, si tenemos adultos mayores en la casa, invertir un tiempo para conversar con ellos, con la finalidad de explicarles lo que está sucediendo y la importancia del trabajo en común para el éxito.

Obviamente, si tenemos trabajo, dediquemos tiempo a esa actividad. En caso de que no tengamos, busquemos cosas que podamos ordenar, cambiar o arreglar en la casa. Siempre habrá oportunidad de mejorar algo en el hogar.

Dediquemos tiempo a la lectura, leyendo algún libro de interés. Es importante tener tiempo de lectura en familia, sobre todo con los hijos y personas mayores, pues situaciones como esta se prestan para el intercambio de ideas. La conversación es sumamente importante, pues fortalece el vínculo familiar. De igual manera, escucharnos unos a otros, decir lo que sentimos, manejar los temores: pero, sobre todo, planear lo que vamos a hacer en el futuro es la mejor vitamina para el pensamiento.

Terminado el día, no nos quedemos sin dormir, debemos descansar lo mejor posible. Es muy útil hacer ejercicio físico, ya sea en la mañana, mediodía o en la noche.

Sin duda, este es un momento difícil; sin embargo, es relevante tomar conciencia de que no estamos solos. Todo el mundo está compartiendo sensaciones similares, los mismos días y es nuestro deber compartir buenos deseos y esperanzas a los demás.

*Artículo publicado en el Diario Publimetro en la sección Actualidad, 21 de abril de 2020.

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