Uno de los grandes mitos acerca de la innovación consiste en que se requiere de un momento único del tipo eureka, en el que se prende un foco en nuestro cerebro y se produce una idea genial y revolucionaria. Este mito tiene su origen en la simplificación de las historias que contamos. Nos encantan los relatos de héroes, momentos límites y finales felices. Pero la vida real es más simple. Ese momento clave es consecuencia de lo que no se cuenta: Los miles de horas previas de estudio, trabajo, experimentación y, sobre todo, fracasos pequeños o grandes.
El segundo mito que dificulta la innovación consiste en pensar que ésta reservada a unas pocas mentes. Con unas dotes singulares de creatividad y sólo ellas son capaces de generar ideas nuevas. La verdad es también más sencilla.
Todos con la motivación, contexto y herramientas adecuadas podemos y debemos ser innovadores. En un ecosistema favorable a la innovación, se produce el efecto que personas ordinarias logran resultados extraordinarios. Además, a diferencia de unos años atrás hoy contamos con un conjunto de técnicas y metodologías para innovar probadas y eficaces. El Design Thinking, el Storytelling, Agile y el Business Model Canvas han demostrado su valor y vemos sus resultados en empresas como Apple, Google, Tesla o Amazon.
Por tanto, hay que desmitificar la innovación sosteniendo que ella no es sólo para algunas empresas elegidas que cuentan con una magia especial. Al contrario, la realidad demuestra que las empresas pueden gestionar el proceso de innovación. Por ello, innovar requiere más trabajo y liderazgo que suerte. En ese sentido, no hay excusa para no plantearnos pro activamente estrategias y planes para nunca dejar de estar en modo innovación.
*Artículo previamente publicado en Día 1 del Comercio el 17.09.18