Escribiré acerca de la curiosidad como base de la investigación científica tomando como referente el despertar del niño cuestionador, preguntón y curioso por lo que le rodea.
Por: Lucas Vargas ([email protected])
– Hijo: Papá, ¿por qué los perros no hablan?
– Papá: Porque no tienen lenguaje como nosotros los humanos.
– Hijo: ¿Por qué no tienen lenguaje? ¿Qué es lenguaje?
Este tipo de conversaciones las escucho todos los días, a toda hora, desde hace un par de meses. Mi hijo de dos años y medio está descubriendo el mundo y yo lo redescubro con él. Pasamos de temas relativos a la luna hasta el Rayo McQueen en fracciones de segundo. ¡Qué maravilla el poder asombrarse con todo y buscar el porqué de las cosas que nos rodean sin paltas, ni roches, ni atadura alguna! ¡Volver a sentir que no sabemos!
Al reflexionar sobre esta situación, me pregunto acerca de nuestra curiosidad natural, la que tenemos todos y que conforme crecemos y (¡oh paradoja!) conforme aprendemos, vamos perdiendo.
Ojo, que no estoy recomendando que tengas un hijo(a) para reencontrarte con tu curiosidad. Más bien, quiero reflexionar contigo sobre aquel espíritu de explorador(a) curioso(a), de preguntón(a) constante, de investigador(a) en ciernes que tenías. ¿A dónde se fue tu niño(a) curioso? ¿Todavía te encuentras con él? ¿Qué lo hizo esconderse?
Los comunicadores, por la naturaleza creativa de nuestra especialidad, tenemos la ventaja de acercarnos a ese niño(a) explorador(a) con mayor frecuencia. Sin embargo, es cuando nos enfrentamos al reto de la investigación donde más deberíamos buscarlo.
Pero, por alguna razón, a lo largo de nuestra vida estudiantil nos llenamos de mitos y temores que acomplejan nuestras motivaciones y capacidades innatas al momento de llevar a cabo un trabajo de investigación. Frases como “la investigación es muy compleja, es solo para especialistas”, “no soy bueno investigando” o “hacer la tesis es un mundo, son muchas páginas que escribir”, nos demuestran que hemos perdido las ganas de curiosear, de descubrir.
Investigar es una labor apasionante que te brinda la oportunidad de conectarte contigo y los temas que llaman tu atención, que te apasionan y que, estoy seguro, has desarrollado en algún trabajo de curso durante tu carrera. Tip: comienza a buscar aquel trabajo académico en el que fuiste felicitado, reconoce los temas que más te gustan e identifica cuánto sabes sobre ellos.
Si bien la investigación científica establece una serie de procesos, prácticas y estrategias que se desarrollan con la experiencia del investigar, su base es el método científico, aquel que aprendimos en el colegio y que nos llevó a descubrir una que otra cosa con la cual nos creíamos los sabelotodo. Tip: recuerda que la complejidad de un tema está en cómo queremos aproximarnos a él, por ello, es importante empezar con temáticas simples y luego desarrollarlas poco a poco a través de una línea de investigación.
Que existe exigencia y rigurosidad científica en una tesis, claro que sí; de lo contario, el conocimiento no avanzaría. La aplicación de un método (cualitativo, cuantitativo o mixto) no debería ser un problema para ti, ya que es poner en práctica lo aprendido a lo largo de tu carrera en un tema de investigación de tu interés. Tip: míralo como una invitación a disfrutar de tu especialidad desde la mirada del conocimiento científico y, sobre todo, a redescubrir las cosas junto a tu niño(a) curioso.
Cierro con una frase del filósofo español Miguel de Unamuno que siento cae a pelo: “La verdadera ciencia enseña, sobre todo a dudar y ser ignorante”.
(Imagen tomada de https://www.vix.com/es/btg/curiosidades/5221/una-explicacion-cientifica-de-la-curiosidad)
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