Tomando como referencia un extracto de un cuento de Jorge Luis Borges, el profesor Lucas Vargas refiere lo necesario que es para todo comunicador aprender a mirar al «otro», de tal modo que puedan desarrollarse estrategias responsables y que causen un impacto positivo en la sociedad.
Por: Lucas Vargas ([email protected])
“Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos. Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy”.
Este es un fragmento del cuento El otro, incluido en la obra El libro de arena (1975) de Jorge Luis Borges, que hace poco leí y no ha parado de rondar en mi cabeza. Es un relato de corte fantástico en el que se lleva a cabo el encuentro imaginario entre un Borges ya mayor, de casi 70 años, con su alter ego de veinte.
El hecho de imaginar dicha situación me cautivó y fueron las frases que resalto en el texto (en negrita) las que generaron en mí una interpelación sobre el quehacer de la comunicación: ¿es la comunicación la incesante búsqueda del descubrimiento del otro?
Si bien dentro de las comunicaciones cada especialidad le otorga a dicho “otro” diferentes caras y atribuciones, existe unanimidad en el hecho de reconocer que para que el proceso de comunicación sea completo, es fundamental lograr el reconocimiento de ese “otro”.
Y esto tiene una correlación directa con nuestra especie, como lo señala Jorge Volpi en su libro Leer la mente (2011), donde cuenta que gracias al trabajo del neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolati se ha descubierto que la empatía es un fenómeno onmipresente en los seres humanos (también en ciertos simios, elefantes y delfines) debido a las denominadas “neuronas espejo” que permiten reproducir los comportamientos de otros con el fin reconocerlos, predecir su comportamiento para finalmente conocerlos. La imitación es el mecanismo esencial para la supervivencia.
Bajo esta mirada podemos señalar que la comunicación como práctica de imitación, descubrimiento y reconocimiento de los “otros” es un proceso continuo que vamos perfeccionando dado que nunca podremos experimentar lo que sugiere Borges en su cuento.
Y es justamente por esa cualidad de búsqueda incesante que la comunicación resulta una de las herramientas más poderosas de transformación e impacto en las personas y en la sociedad en su conjunto, lo que conlleva una responsabilidad de parte de nosotros los comunicadores dado que puede usarse tanto positiva como negativamente. Veamos dos ejemplos ligados a la comunicación organizacional.
Tomando al medio ambiente como “otro”, podemos citar como ejemplo de comunicación positiva la iniciativa de la World Wild Fund (WWF) titulada La Hora del Planeta, creada en el año 2007 la cual, como señala su página web, ha impulsado importantes compromisos alrededor del mundo para mitigar los efectos del cambio climático en la Tierra y se ha convertido en uno de los principales movimientos ambientales.
La otra cara de la moneda la podemos ver en el caso de fraude denominado Dieselgate, que involucró a la empresa de autos Volkswagen en el año 2015 a consecuencia de la instalación de un software en sus autos a diésel que ocultaban las emisiones de gases contaminantes que superaban el límite permitido hasta en 40 veces. Volkswagen negó rotundamente este hecho pese a las pruebas científicas presentadas. Finalmente, ha sido acusada y obligada a comprar dichos autos a sus consumidores.
El ejercicio pleno de una comunicación responsable basado en la apertura hacia el descubrimiento del “otro” no solo nos abrirá muchas puertas sino, sobre todo, permitirá conocernos y comprendernos mejor. Un ejercicio que como peruanos nos hace mucha falta.
Imagen: Painting n. 325, de František Hübel (1970-1975) (Imagen tomada de https://goo.gl/KxQ1mk)