El profesor Juan Manuel Auza muestra la riqueza y potencia audiovisual que se encierra detrás de una herramienta clásica de la televisión.
Por: Juan Manuel Auza ([email protected])
En publicaciones recientes sobre las series televisivas (véase Una ficción desbordada. Narrativa y teleseries o Previously On. Estudios interdisciplinarios sobre la ficción televisiva en la Tercera Edad de Oro de la Televisión) se llama la atención sobre cómo las teleseries han “enriquecido y sofisticado sus retóricas visuales”, desarrollando una “estética cinematográfica que definen en contraposición a las prácticas propias del medio televisivo”.
El objetivo de este texto es llamar la atención sobre una de esas “prácticas propias del medio televisivo”, pero no para denostarla, sino para mostrar la riqueza y potencia audiovisual que se encierra detrás de algunas herramientas clásicas de la televisión y que no requieren aproximarse a lo cinematográfico para ser valiosas.
El programa televisivo sobre el que quisiera llamar la atención se llama The Late Show with Stephen Colbert y se transmite por la cadena CBS de lunes a viernes a las 11:35 p. m. Como la mayoría de late night shows, el programa se inicia con un monólogo en el que Stephen Colbert hace bromas sobre hechos de actualidad. En los meses recientes, sin embargo, un personaje recurrente en sus monólogos ha sido el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Los monólogos de Stephen Colbert suelen ser cubiertos con una sola cámara que se mantiene fija casi todo el tiempo, pero durante uno de esos monólogos dedicados a Donald Trump, la cobertura visual cambió radicalmente: Colbert giró hacia la derecha y el director de TV lo captó con otra cámara (ver el video aquí). Dicho así, pareciera que estoy llamando la atención sobre un hecho ridículo y banal, porque pasar de una cobertura de una cámara a una cobertura de dos cámaras no tiene nada de llamativo; es más, tiene todo sentido en el contexto de un programa televisivo contemporáneo.
(Captura de pantalla de https://youtu.be/3Xn7nGqiJCU)
Sin embargo, en términos de lenguaje audiovisual, lo que hizo el programa con ese cambio de cámara fue quebrar la continuidad de un espacio audiovisual para instaurar uno completamente distinto. Mientras Colbert miraba a la cámara central, se mantenía el espacio audiovisual cotidiano: el cómico burlándose de Donald Trump. Pero en el momento en el que Colbert gira a la derecha y el director de TV lo capta desde otra cámara, se rompe la continuidad del espacio audiovisual cotidiano, se crea un nuevo espacio audiovisual y eso le permite a Colbert cambiar de personaje-cómico a personaje-serio y hablarle a Donald Trump desde otro registro.
(Captura de pantalla de https://youtu.be/3Xn7nGqiJCU)
No hubo cambio de iluminación, no hubo cambio de escenografía ni uso de utilería adicional: el único cambio que se ejecutó fue un cambio de cámara desde el switcher, pero ese cambio fue suficiente para acompañar adecuadamente el cambio de personaje que el cómico necesitaba hacer para que la broma tuviera el efecto correspondiente.
Se trata de un relato que necesitaba un cambio de registro para generar un efecto cómico y que logró su objetivo haciendo uso de una práctica propia del medio televisivo: cambiar de una cámara a otra pulsando un botón.
Obviamente, la potencia significante de ese cambio no es intrínseca. Como todo en el lenguaje audiovisual, el sentido es creado en relación con los otros signos y la potencia de ese cambio de cámara está determinada por la ausencia de cambio de cámara del planteamiento visual cotidiano de dicha secuencia, pero eso no le quita valor al hecho de que se puede crear una secuencia audiovisualmente poderosa con un simple botón del switcher.