Semanas atrás, en medio del período vacacional, participé de un debate entre amigos, sobre la pertinencia o no de observar los hechos del pasado como mecanismo de estudio para aprender estrategias. No por ser amigos, el debate fue menos acalorado. Justo es decir que ambas partes expusimos nuestros planteamientos tratando de abarcar la mayor cantidad de situaciones.
Por Yessica Centty
Que los tiempos cambian con mucha velocidad; que la tecnología, innovación, la evolución de los patrones y otros factores del entorno son imprevisibles la mayoría de veces; que la cantidad de variables hace imposible prever el resultado exacto de su interacción y más aún que esta se repita sucesivas veces; que la misma conjunción es improbable que se repita en el tiempo con las exactas dimensiones y relevancias originales; que las variables bajo control han evolucionado y son distintas a las de antes (sea esto en ámbitos empresariales, o de conflicto: llámese teorías y herramientas organizacionales, o el clásico binomio “choque-fuego”); que resulta ocioso revisar precedentes históricos ante la necesidad de una decisión pronta e inmediata. Estos argumentos fueron esgrimidos por mi contraparte y fueron expuestos de forma mucho más ordenada y clara de la que yo he podido rescatar en este espacio.
Sin embargo, considero estos argumentos rebatibles. Defender la historia y las fuentes del pasado como elementos básicos de estudio, cuando se trata de acercarnos a la estrategia, serán mi tarea en las sucesivas líneas.
¿Por qué tomar en consideración el pasado para hacer (y estudiar) estrategia?
Suelo mencionarlo a menudo durante el dictado de un curso y muchas veces en conferencias o charlas: lo único constante es el cambio. Lo dijo Heráclito de Éfeso hace 2 500 años y la frase sigue vigente desde entonces, incluso adaptándose mejor a nuestros días que a los de la antigua Grecia. ¿Pero debe esto entenderse como “cortar de raíz” con el pasado y entender nuestra actualidad como totalmente nueva? De ninguna manera. El cambio es constante: la alteración de las variables en el contexto de una decisión, también. Pero el hecho de que algunas estén bajo control y haya un cierto grado de incertidumbre sobre otras, en la toma de una decisión, se mantienen perenne en cualquier escenario. No nos acerquemos al pasado buscando calcar respuestas y recetas inmediatas, sino como a una fuente de aprendizaje del uso de determinados recursos a nuestra disposición para hacer frente a ciertas amenazas y riesgos, en el curso de la acción emprendida.
Las variables bajo control, por ejemplo, en el escenario histórico de una guerra, o de una batalla puntual, difícilmente se repetirán en conjunto con la misma relevancia e importancia estratégica. Pero lo cierto es que la forma de cómo aquellos líderes entendieron el análisis inicial, la ponderación de factores, los cursos de acción posible y la decisión final emprendida, entendidas como un todo, merecen plena atención. Más que la estrategia en sí misma, el objeto de estudio que perseguimos es su generación, su diseño y su concepción.
En las escuelas de negocio, al menos en las más reputadas y trascendentes en el tiempo, se privilegia el estudio de casos, el uso de ejemplos de estrategias y decisiones empresariales tomadas en la vida real por gerentes y líderes en el pasado. Errado sería esperar que nuestros alumnos las aprenderán como un compendio de técnicas para salir al paso cuando les toque lidiar con situaciones de similar naturaleza. Lo apropiado es dotarlos de herramientas técnicas (las mismas que por fortuna mejorarán con en el tiempo) desde un marco lógico de decisión, que es el que se aprende a partir del ejemplo y las conclusiones de casos reales.
Entonces, el estudio del pasado en busca de un mayor conocimiento estratégico no es algo que deba emprenderse cada vez que se debe tomar una decisión. Es una disciplina que se debe cultivar todos los días, buscando nutrirse de la experiencia de otros, para poder confrontar nuestra propia realidad y ámbito de decisión como reflejo. No interesa en un escenario puntual tener otros tantos como referencia histórica. Importa haber revisado diversos sucesos y casos del pasado a lo largo de nuestra formación para contar con el acervo suficiente que nos permita librar la toma de decisiones correcta. Más que soluciones correctas para situaciones similares, debemos entender el estudio de la historia como una búsqueda de procesos de decisión correctos, independientemente de la situación en que nos encontremos.
Decía el general Gerhard von Scharnhorst, fundador del estado mayor alemán: “Nadie que haya estudiado sistemáticamente la ciencia militar aprende mucho en la guerra”. No pensemos ilusamente que los sucesos que debemos enfrentar se repetirán siempre sin variación, buscando una receta universal de solución. Que la soberbia intelectual no nos lleve a pensar que cada situación estratégica que enfrentemos es novedosa, y que por ello, cualquier mecanismo antiguo es arcaico e incompatible con nuestros tiempos. Sigamos la línea de pensamiento expresada por von Scharnhorst, que en resumen, coloca el entendimiento de los sucesos del pasado como referentes de la correcta (y a veces también inapropiada) toma de decisiones.