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La información es poder: ¿Qué sucede cuando puedo perder poder por ella?

11 febrero, 2013 by Enfoque UPC Deja un comentario

Vivimos en la sociedad de la información. La información reduce la incertidumbre al tomar decisión y el riesgo en la ejecución. Poseer información que nuestros rivales no tienen nos pone en una situación de ventaja. Aventurarse a crear o implementar una estrategia, sin haber investigado (sin contar con información previa) es lo mismo que hacer una apuesta. La información es poder.

Por: Yessica Centty

Todo esto lo hemos escuchado en múltiples ocasiones. La gran mayoría de quiénes estamos vinculados al ambiente empresarial, ya sea desde la academia o desde la práctica, compartimos mucho el tenor de estas frases. Serán pocos quienes discrepen con el sentido final de las mismas, que se resumen a lo vital que es tomar decisiones desde una base objetiva, generado en un análisis (que pretendemos exhaustivo) de cuanta información esté disponible.

Sin embargo, ¿por qué seguimos tomando decisiones sin información?

En el análisis y toma de decisiones profesionales (que descartan el desconocimiento de su importancia, la pereza y desidia, la improvisación y la impulsividad), se me ocurren al menos tres posibles razones para explicar por qué muchos ejecutivos siguen aventurándose a la toma de decisiones sin un análisis previo real. Válido es también que todas ellas en conjunto, considero dignas de probarse y cuantificarse, podríamos refinarlas:

Por (exceso de) confianza: nos basamos en nuestra experiencia o, peor aún, intuición. Considerando la cantidad y grado de variables que están fuera de nuestro control en la mayoría de decisiones que nos competen, esto es bastante arriesgado. La impericia se disfraza de pericia, y “decidimos” que buscar información que nos ayude a aclarar el panorama es poco práctico, innecesario, irrelevante, ineficiente. No lanzaría una cifra, pero deben existir más fracasos registrados por esta postura que éxitos rotundos. La suerte, sin embargo, es un factor indeterminable, y aboga en favor de quienes emprenden esta ruta.

Por los (sobre) costos: la información puede que sea inexistente como tal, o inaccesible en alguna medida. No obstante, siempre encontraremos datos y su procesamiento tendrá unos costos que confrontados con el beneficio de contar con un panorama más claro, pueden superar nuestra capacidad de afrontarlos, o ser económicamente inviables para la decisión en sí misma. Por ello, soslayamos el ejercicio de recopilación y adecuación de la data. Es un escenario posible, y excusa en una razón económica,  el hecho de no emprender algún esfuerzo de búsqueda de información previa a una decisión. Aunque esto se da muchas veces en la realidad, siempre hay formas económicamente viables de reducir la brecha de desinformación, y por tanto, no justifica del todo descartar tal esfuerzo.  Rescato el análisis costo-beneficio de obtener o no la información, y aunque sea arriesgado, es un riesgo calculado. Siempre seremos conscientes, ante un eventual fracaso, que pensamos a priori en reducir ese mismo riesgo y asumimos descartarlo.

Por miedo: este es el punto en el que me gustaría ahondar. ¿Qué sucede si yo como decisor sé que con una investigación previa a mi decisión, es muy probable que mi hipótesis (mi proyecto, mis objetivos planteados, mi nuevo lanzamiento, mi nuevo programa de desarrollo) palidezca ante evidencias que hoy, en ausencia de información, no se ven nítidas o reales? ¿Tendré el mismo apoyo de mis superiores, colegas y equipo a cargo, si una investigación cuantifica los riesgos y desdibuja mi posición? ¿Prefiero ser visto como un líder que asume riesgos (no cuantificados aún) o como alguien cauto y reservado – conservador en su accionar – que solo hace apuestas con cierto grado de seguridad? Muchas veces el ego y los objetivos personales  de corto plazo enturbian nuestro marco decisional. Decidimos empujar grandes ideas y proyectos que creemos pueden dar réditos tanto a la organización como a nosotros como ejecutores de los mismos, a sabiendas que una adecuada cuantificación de las posibilidades y riesgos, podría hacer que quiénes depositan su confianza en nosotros, le dieran una segunda lectura al cuadro que presentamos.

Semanas atrás, cuestionaba a mis alumnos sobre la importancia de la eficiencia versus la eficacia. En el punto álgido del debate, se hizo evidente que el éxito profesional se lograba mediante altos niveles de eficacia (superación sostenida de objetivos) antes que por un eficiente uso de los recursos asignados (en extremo optimista, con cumplimiento magro de esos mismos objetivos). Personalmente, privilegio la eficacia sobre la eficiencia. La segunda es en sí misma una meta subordinada a la primera; pero también pienso que para lograr mayor eficacia, es clave un adecuado análisis que clarifique riesgos y oportunidades, y que nos aleje del fracaso.

No caigamos en la tentación de soslayar la información por miedo a que la misma eche por tierra nuestros planes y objetivos. Seamos exhaustivos en el retrato de la situación y su análisis, para que aún con multitud de variables en contra, podamos diagnosticar un camino adecuado para nuestra organización, e incluso poder decidir con solvencia qué batallas luchar. Y todavía mejor, qué batallas posponer para cuando la información nos diga que ha llegado el momento de asumir esos riesgos y vencerlos.

La estrategia y el estudio del pasado como mecanismo del aprendizaje

29 enero, 2013 by Enfoque UPC Deja un comentario

Semanas atrás, en medio del período vacacional, participé de un debate entre amigos, sobre la pertinencia o no de observar los hechos del pasado como mecanismo de estudio para aprender estrategias. No por ser amigos, el debate fue menos acalorado. Justo es decir que ambas partes expusimos nuestros planteamientos tratando de abarcar la mayor cantidad de situaciones.

Por Yessica Centty

Que los tiempos cambian con mucha velocidad; que la tecnología, innovación, la evolución de los patrones y otros factores del entorno son imprevisibles la mayoría de veces; que la cantidad de variables hace imposible prever el resultado exacto de su interacción y más aún que esta se repita sucesivas veces; que la misma conjunción es improbable que se repita en el tiempo con las exactas dimensiones y relevancias originales; que las variables bajo control han evolucionado y son distintas a las de antes (sea esto en ámbitos empresariales, o de conflicto: llámese teorías y herramientas organizacionales, o el clásico binomio “choque-fuego”); que resulta ocioso revisar precedentes históricos ante la necesidad de una decisión pronta e inmediata. Estos argumentos fueron esgrimidos por mi contraparte y fueron expuestos de forma mucho más ordenada y clara de la que yo he podido rescatar en este espacio.

Sin embargo, considero estos argumentos rebatibles. Defender la historia y las fuentes del pasado como elementos básicos de estudio, cuando se trata de acercarnos a la estrategia, serán mi tarea en las sucesivas líneas.

¿Por qué tomar en consideración el pasado para hacer (y estudiar) estrategia?

Suelo mencionarlo a menudo durante el dictado de un curso y muchas veces en conferencias o charlas: lo único constante es el cambio. Lo dijo Heráclito de Éfeso hace 2 500 años y la frase sigue vigente desde entonces, incluso adaptándose mejor a nuestros días que a los de la antigua Grecia. ¿Pero debe esto entenderse como “cortar de raíz” con el pasado y entender nuestra actualidad como totalmente nueva? De ninguna manera. El cambio es constante: la alteración de las variables en el contexto de una decisión, también. Pero el hecho de que algunas estén bajo control y haya un cierto grado de incertidumbre sobre otras, en la toma de una decisión, se mantienen perenne en cualquier escenario. No nos acerquemos al pasado buscando calcar respuestas y recetas inmediatas, sino como a una fuente de aprendizaje del uso de determinados recursos a nuestra disposición para hacer frente a ciertas amenazas y riesgos, en el curso de la acción emprendida.

Las variables bajo control, por ejemplo, en el escenario histórico de una guerra, o de una batalla puntual, difícilmente se repetirán en conjunto con la misma relevancia e importancia estratégica. Pero lo cierto es que la forma de cómo aquellos líderes entendieron el análisis inicial, la ponderación de factores, los cursos de acción posible y la decisión final emprendida, entendidas como un todo, merecen plena atención. Más que la estrategia en sí misma, el objeto de estudio que perseguimos es su generación, su diseño y su concepción.

En las escuelas de negocio, al menos en las más reputadas y trascendentes en el tiempo, se privilegia el estudio de casos, el uso de ejemplos de estrategias y decisiones empresariales tomadas en la vida real por gerentes y líderes en el pasado. Errado sería esperar que nuestros alumnos las aprenderán como un compendio de técnicas para salir al paso cuando les toque lidiar con situaciones de similar naturaleza. Lo apropiado es dotarlos de herramientas técnicas (las mismas que por fortuna mejorarán con en el tiempo) desde un marco lógico de decisión, que es el que se aprende a partir del ejemplo y las conclusiones de casos reales.

Entonces, el estudio del pasado en busca de un mayor conocimiento estratégico no es algo que deba emprenderse cada vez que se debe tomar una decisión. Es una disciplina que se debe cultivar todos los días, buscando nutrirse de la experiencia de otros, para poder confrontar nuestra propia realidad y ámbito de decisión como reflejo. No interesa en un escenario puntual tener otros tantos como referencia histórica. Importa haber revisado diversos sucesos y casos del pasado a lo largo de nuestra formación para contar con el acervo suficiente que nos permita librar la toma de decisiones correcta. Más que soluciones correctas para situaciones similares, debemos entender el estudio de la historia como una búsqueda de procesos de decisión correctos, independientemente de la situación en que nos encontremos.

Decía el general Gerhard von Scharnhorst, fundador del estado mayor alemán: “Nadie que haya estudiado sistemáticamente la ciencia militar aprende mucho en la guerra”. No pensemos ilusamente que los sucesos que debemos enfrentar se repetirán siempre sin variación, buscando una receta universal de solución. Que la soberbia intelectual no nos lleve a pensar que cada situación estratégica que enfrentemos es novedosa, y que por ello, cualquier mecanismo antiguo es arcaico e incompatible con nuestros tiempos. Sigamos la línea de pensamiento expresada por von Scharnhorst, que en resumen, coloca el entendimiento de los sucesos del pasado como referentes de la correcta (y a veces también inapropiada) toma de decisiones.

Si la vida te da limones…

14 enero, 2013 by Enfoque UPC Deja un comentario

Por: Yessica Centty

Haz limonada. Esta tan conocida frase busca hacernos recordar que no importa de qué depare la vida, hay que tratar de sacar el mayor provecho. Sucede que, cuando uno decide emprender un nuevo proyecto, existen diferentes cosas que pueden salir y usualmente salen mal (uno de los riesgos que hablábamos en el post anterior). Esta publicación es para intentar cambiar la forma de ver estos nuevos cambios de escenario.

En primer lugar, nos vamos al lenguaje chino. Podemos ver que para ellos una crisis es una combinación de amenaza con oportunidad.

En segundo lugar, varios de los grandes inventos nacieron como casualidades. Desde el caso del microondas, donde su creador, Percy Spencer, estaba embarcado en un proyecto relacionado con el radar, cuando se dio cuenta que el chocolate en su bolsillo se había derretido. Percy, intrigado, colocó una semilla de maíz cerca al aparato y vio como esta semilla empezaba a moverse hasta reventar. Fue así como se creó el microondas que hoy todos conocemos.

George Crum, reconocido chef en Nueva York, empezó a recibir muchas quejas por parte de sus comensales que sus papas fritas eran muy gruesas. En venganza, decidió cortar las papas tan delgadas que él creía que serían imposibles comerlas con cubiertos. Hoy, son probablemente, las papas más comidas en el mundo y las conocemos como chips (potato chips).

En estos dos casos, vemos como dos cosas negativas pueden terminar en nuevas realidades, nuevas posibilidades.

Finalmente, no se trata de ver el lado malo a todo. Una amiga siempre me decía no es que tengas mala suerte, simplemente entre todas las posibilidades, aleatoriamente, te tocó esa posibilidad. En mi experiencia, al comienzo le tenía pavor al cambio y poco a poco empecé a comprender que, tal vez, algún provecho pueda sacar de este nuevo cambio de escenario.

Sin embargo, algo que siempre me hubiese gustado escuchar cuando empecé es un “no te preocupes, al final, todo va a estar bien”. Créanme, usualmente funciona así.

En conclusión, uno de los riesgos del emprendimiento es trabajar bajo la incertidumbre de lo que pueda pasar. Recuerden sus fortalezas y confíen en ustedes. Piensen fuera de la caja y encontrarán nuevas realidades que podrán catapultarlos a ustedes y sus emprendimientos a realidades que nunca pensaron posibles. Y, si meten la pata, al menos aprenderán de ella y nunca, pero nunca, la volverán a cometer.

Al final, “la vida no se trata de sobrevivir una tempestad, se trata de aprender a bailar bajo la lluvia”.

Hagamos productos atractivos

14 enero, 2013 by Enfoque UPC Deja un comentario

Por definición, hemos estudiado que un producto es cualquier cosa que puede ser ofrecida a un mercado para su adquisición, uso o consumo con la finalidad de satisfacer un deseo o una necesidad. Las necesidades las pueden satisfacer una gama mayor de productos, pero un producto con buen diseño y styling va a satisfacer eso a lo que llamamos “deseo”.

Por: Yessica Centty

El centro de toda actividad de marketing debe ser el consumidor, su razón principal de ser. En la actualidad, los consumidores son cada vez más sofisticados, individualistas y valoran la diferenciación, el diseño y el styling. No se trata de vender lo que queramos vender. Se trata de vender lo que el consumidor quiere o quisiera comprar.

Vivimos en un mundo donde lo visual es muy importante. Todo lo que se ve bonito, llama más la atención. Es clave para los nuevos productos, el diseño y la presentación de estos, lo que conocemos como empaque: toda actividad de diseño y producción del recipiente o envoltura del producto. El empaque, además de proteger al producto, tiene como principal objetivo atraer la atención de los clientes en el punto de venta.

Creemos productos que posean empaques provocativos. El buen empaque o presentación de un producto hace que el consumidor perciba que es un mejor producto y se anime a “probarlo”. Cuando compras una bebida, por ejemplo, cuyo empaque y sabor te llamó la atención en la góndola del supermercado, y luego la pruebas en casa, y te gusta, y te encanta… Esta podría ser tu nueva bebida predilecta, Probablemente guardes la botella y la rellenes con otras bebidas.

Algunos otros ejemplos:

Mermeladas de diversos sabores:

Toallitas húmedas para limpiarse las manos:

Coca Cola haciendo branding de marca en los cines:

Bebidas gaseosas con sabores naturales:

Condimentos de cocina:

Podría dar un sinfín de ejemplos, en su mayoría, provenientes de productos estadounidenses. No es novedad que este país es el líder en la ciencia del marketing y packaging. Sus diseñadores de producto y empaque marcan la diferencia a nivel global.

El diseño es una de las características principales para que pueda existir cualquier producto; desde prendas de vestir hasta floreros, autos,  medicinas, bebidas, dulces, etc. En palabras de Paola Antoneli (Arquitectura and Design. MOMA): “El buen diseño combina tecnología, ciencia cognitiva, necesidad humana y belleza para producir algo que el mundo no sabía que hacía falta”.

El Padre del diseño industrial americano, Raymond Loewy, dice: “Function is out. Form is in”. Entre sus mejores diseños tenemos la botella de Coca Cola, el logo de Shell, logo y caja de los cigarrillos Lucky Strike, el avión presidencial Air Force One para John F. Kennedy, y el diseño de  locomotoras y automóviles aerodinámicos.

Su trabajo es una verdadera inspiración para los diseñadores actuales, pues su filosofía consistía en que “lo feo se vende mal”. Loewy escribió:“Para una compañía grande, poca innovación es el paso al riesgo extremo (…) el consumidor duda entre dos factores opuestos: La atracción por la innovación, la resistencia hacia lo familiar, lo que siempre usa y está dentro de su zona de confort”.

Poniendo esto en marco del diseño de productos, los marketeros debemos apostar por crear y diseñar productos que se perciban como de avanzada: sofisticados, buenos, bonitos, atractivos, únicos y diferentes. Lo visual importa muchísimo. Ello hará, como menciono en líneas anteriores, que el consumidor busque probar el producto.

El diseño diferenciador del producto y de su empaque, más la calidad del mismo, generarán lo que todo marketero desea: Una compra constante, un posicionamiento aspiracional y la fidelización por parte del consumidor.

Los invito a ser innovadores, pensando en productos creativos y diferenciadores que puedan funcionar bien, y que cumplan los objetivos puntuales de sus organizaciones, compradores y ustedes mismos como empresarios.

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